Libertad encorsetada. Medio siglo de moda en la obra de Evaristo Valle
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Evaristo Valle (1873-1951) prestó siempre una extraordinaria atención a la construcción de su propia imagen: su rostro, su figura, su cabello y sus atuendos. Durante toda su vida trató de componer su tipo, desde que a principios de siglo, y tras sus primeros años en Europa, configurase ante los gijoneses una apariencia de pintor bohemio, con severos trajes negros y anchos cuellos y corbatas.
Dotado ya en su infancia de una perspicaz mirada artística y documental que le permitía discernir cómo su madre, Marciana Fernández y Suárez Quirós (1844-1912), era “primorosa en los vestidos que hacía a sus hijas”, tanto la moda femenina como masculina de la burguesía rural o urbana aparecen reflejadas en los lienzos y dibujos de Valle a lo largo de los primeros cincuenta años del siglo XX, evidenciando las transformaciones en la indumentaria con el paso de las décadas. Un relato que la presente exposición articula a partir de dibujos, acuarelas, lienzos, fotografías, trajes y complementos de época, procedentes de los fondos de la Fundación Museo Evaristo Valle, el Museo de Bellas Artes de Asturias, el Muséu del Pueblu d’Asturies y colecciones particulares.
Las crinolinas de su abuela, los polisones y cuellos con ballenas de su madre, la transición de los corsés de línea S a la inspiración en el estilo imperio en los atuendos de paseo, de noche y los aderezos que lucían sus hermanas o su sobrina, María Rodríguez del Valle (1896-1981), pueden contemplarse en los trabajos del pintor y también en la colección fotográfica familiar que se custodia en el Archivo de la Fundación Museo Evaristo Valle, en copias a la albúmina en formatos carte de visite y cabinet y en gelatina de plata.
Fue Florencio Rodríguez (1840-1906), fundador del Banco de Gijón que había sido propietario de un establecimiento de importación y venta de tejidos y complementos en La Habana, quien confió a Valle al crédito de uno de sus socios del negocio textil en París, cuando el artista inició su andadura como litógrafo en la capital francesa en 1898. Allí, Evaristo conoció un mundo de aprendices de sastre y sastres famosos, de peluqueros, de tenderas provincianas que iban a surtirse de géneros, de tipos bien vestidos, con chistera, levita o frac, y de mujeres “elegantes” que se encargaban de vestirlos, con sinuosas siluetas de colores llamativos o tonos pastel que trataban de imitar, desde el sombrero a las puntas de los pies, los elementos florales del Art Nouveau.
A partir de 1907, al tiempo que la ilustración de moda se elevaba a categoría de arte a través de los álbumes editados por Paul Poiret (1879-1944), Valle se consagró como caricaturista, reflejando con precisión en sus dibujos los códigos sartoriales masculinos de la época y la progresiva simplificación de unos atuendos femeninos que, dada la cada vez mayor implicación de la mujer en una vida activa, fueron dejando atrás el corsé por una silueta más suave y recta. Entre 1908 y 1915, buena parte de la producción que el pintor mostró en exposiciones monográficas o colectivas reveló el trabajo de un retratista de la alta sociedad exquisitamente atento a los detalles de una belle époque también fascinada por el esplendor y las fantasías pastoriles del siglo XVIII, ya fuera en Gijón o en París.
A mediados de los años veinte, las muchachas con cabelleras cortas y vestidos de estampados egipcios invadieron hasta los espacios más tradicionales de Asturias, coincidiendo con estancias de Valle en Londres y Nueva York en las que frecuentó “el glorioso mundo adulto del arte, la literatura, el ballet y la sociedad deslumbrante”. Habían sido los decorados y ropajes de León Bakst (1866-1924) para los Ballets Rusos los que hicieron resurgir el gusto por el orientalismo en Europa en los albores de la naciente y ecléctica moda Art Déco, con sus formas geométricas, trapezoidales y en zigzag que tomaban como inspiración todo lo que fuera exótico: el arte africano, las xilografías japonesas y los objetos descubiertos en la tumba de Tutankamón.
Si bien desde la década de 1930 Valle pareció encorsetarse en una pequeña “vida de gijonés vulgar”, su libertad creativa se desplegó extraordinariamente en la última etapa de su trayectoria. Con más de setenta y cinco años, a Evaristo todavía le gustaba verse bien, con el cabello plateado que desde hacía un cuarto de siglo se había convertido en su principal seña de identidad. En su producción última, caracterizada por un tono reminiscente en cuanto a los temas representados, la figuración de indumentarias de tiempos pasados se hizo habitual: atuendos renacentistas, referencias al discreto refinamiento en el vestir de la corte española de los Austrias, a las innovaciones de Charles Worth (1825-1895), a las bellezas seductoras del beau monde europeo anterior a la Gran Guerra, a las desinhibidas flappers… sin dejar de lado los guiños al new look del presente y el futuro.
La exposición podrá visitarse hasta el 14 de septiembre de 2025