Jardines históricos (II): El tejo
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Una de las singularidades del Jardín Histórico del Museo Evaristo Valle es su topiaria, arte de dar forma a las plantas mediante su poda. Topiaria deriva de la palabra latina topiarius, ‘jardinero-paisajista ornamental’, creador de topia o ‘lugares’, una palabra griega que los romanos aplicaron también a los paisajes interiores realizados al fresco. Su origen se encuentra en la jardinería romana, floreciendo en el renacimiento italiano y adquiriendo su máximo esplendor en los jardines de Versalles en el siglo XVII, teniendo su continuidad, entre otras, en la jardinería inglesa del periodo victoriano.
Aunque la especie utilizada más frecuentemente es el boj, en los jardines del museo podemos encontrar topiarias realizadas sobre vetustos ejemplares de laurel común, laurel real, acebo, boj, boj variegado, falso boj, evónimo, tuya, espinera… e incluso tejo, del que nos ocupamos aquí.
Este ejemplar de Taxus bocata, tejo o texu en asturiano, pertenece al género de árboles coníferos de la familia Taxaceae. Ha sido meticulosamente podado por diversas generaciones de jardineros a lo largo de más de una centuria. Con forma de bellota, similar a la del propio ejemplar antes de convertirse en arilo (su fruto), tiene una altura y un diámetro de follaje de cinco metros.
El tejo tiene un porte arbóreo ampliamente cónico, hojas perennes y lineares, floreciendo entre febrero y abril. Tiene su origen en Europa, norte de África y suroeste de Asia. Es un árbol de crecimiento lento y gran longevidad, pudiendo alcanzar un diámetro de tronco de 1,5 metros y 1.500 años de vida. De madera dura y elástica, se utilizaba en la Edad Media para construir grandes arcos. Es un árbol venenoso, salvo el arilo, -habiendo causado innumerables bajas en la cabaña ganadera en periodos de grandes sequías-, no así la cobertura carnosa del fruto, de color rojo vivo. Es un árbol sagrado desde la antigüedad, pasando con el cristianismo a desempeñar un papel simbólico, por lo que se encuentra plantado junto a muchas iglesias rurales, sirviendo además de punto de reunión de los vecinos. Por la calidad y uso de la madera fue muy talado y, en la actualidad, quedan pocos bosques de tejos, la mayoría relegados a terrenos abruptos de montaña, proliferando más como ejemplares solitarios en terrenos calizos y bien drenados o secos.
Por la formación de su ramaje y sus hojas, así como por su colorido, es muy adecuado para la práctica de la topiaria, aunque, eso sí, y como se puede ver en éste y en otros ejemplares de los jardines del museo, requiere tiempo y paciencia por su lento crecimiento.