Esquema Biográfico

1873
Nace en Gijón, el 11 de julio, Evaristo Valle y Fernández Álvarez y Suárez Quirós, en el seno de dos viejas y honorables familias asturianas. [1]

1875
A los dos años de edad dibujé unos muñequitos, dibujos que mi padre llevó siempre en su cartera de bolsillo.

1883
Viaja con sus padres, sus cinco hermanas y su hermano a San Juan de Puerto Rico, donde su padre es nombrado magistrado. Allí bajo su dirección comencé a pintar sobre tablitas, todo lo que mi padre colocaba sobre la mesa: una botella, una copa, un plátano,…

1884
Muere mi padre. Dejé de pintar y nos volvimos a Gijón. (1885): A la escuela. Al instituto. A una casa de banca. A una refinería de petróleo y luego a una litografía, por creer que me acercaba más a la pintura.

1897
Primeras caricaturas conocidas, publicadas en “La Saeta”, de Barcelona.

1898
Marcha a París, donde se gana la vida como dibujante litógrafo, realizando caricaturas, historietas, chistes, ilustrando cuentos, realizando carteles,…Entabla una emotiva amistad con el dibujante Daniel Urrabieta Vierge, anciano y paralítico. La imagen de la parálisis de Urrabieta haría fuerte impacto en una personalidad hipersensible como la de Valle, que no lograría desprenderse nunca del temor a una posible invalidez.

1900
Se aleja del bullicio de la Exposición Universal de París, viajando por Holanda, Bélgica e Italia. Después de la Exposición Universal aflojó el trabajo en París. Me faltó la litografía, que era mi base. La cosa fue mal, muy mal. Soñé con el espectro de la miseria y amedrentado me volví a Gijón. (1902): A Madrid. Corro al Museo del Prado, a Toledo, a El Escorial. Era la primera vez que veía este gran mundo de la Pintura. Para sostenerme al lado de tanta maravilla quise dibujar en algún periódico y no lo he conseguido. Trabajé sólo dos días en un taller de litografía; porque el tercero en vez de ir a la litografía, me fui al Museo del Prado. Todo esto duró sólo dos semanas porque a prisa me volví a Gijón, solicitado por una nueva litografía que allí se instaló. En estos momentos, que para mí han sido muy largos me agitaba, me abatía una gran lucha interna, obsesionado por estas preguntas: ¿morirás sin haber sido pintor?, ¿olvidas el camino que tu padre te inició?. Al fin me decidí. Dejo la litografía, y en la guardilla de casa me pongo a continuar lo que había comenzado y suspendido a los diez años de mi edad: a pintar al óleo.

Primeras obras expuestas en su ciudad natal. Realiza un buen número de magistrales apuntes a la acuarela, gouache y pastel, técnicas que a partir de ahora se esfuerza en abandonar, intentando olvidarse de su facilidad para el dibujo, tan empleado hasta ahora en los trabajos serviles de las litografías.

1903
Imparte clases de dibujo que alterna con su actividad de pintor, exponiendo nuevamente en Gijón.

Amistad con Pérez de Ayala, pintando para él “La Paz del Sendero”. Casi sesenta años después escribiría éste en el prólogo de “La vida y el arte de Evaristo Valle” de E. Lafuente Ferrari: “…Valle con facultades extraordinarias pintaba de cejas arriba”.

Exposición en el Instituto Jovellanos de Gijón, donde es descubierto por Francos Rodríguez, director del “Heraldo de Madrid”, que queda profundamente impresionado por la obra y personalidad de Valle. Del encuentro con el periodista saldría una pensión anual de 3.500 pesetas, que le concedería el Ayuntamiento de Gijón para trasladarse a París, así como la amistad, meses más tarde ya en París, con Luis Bonafoux y Zuloaga, de los que tantos elogios recibiría.

Comparte el estudio en París, con Cristóbal Ruíz, de quien fue gran amigo.

1904
El Ayuntamiento le suprime la pensión, al rumorearse que Valle está en Noreña, pueblo del interior de Asturias. En París, pinta Valle el cuadro que debería enviar al Ayuntamiento: “La Promesa”; dos figuras sobre un paisaje de Noreña.

1905
Bonafoux visita a Valle en París para anunciarle que el “Salón Nacional” le había admitido un cuadro y que su obra sería expuesta en una de las más reputadas galerías de París, pero Valle, desalentado, había regresado a Gijón.

1907
Comienza a colaborar con sus amigos de “El Independiente” y “El Noroeste”, publicando periódicamente caricaturas y chistes. Un grupo de amigos “intenta sacarle del ostracismo” organizándole una exposición en Gijón, en la que predominan junto a un buen número de retratos, cuadros de temas parisinos y asturianos, cargados todos ellos de una fina ironía social. El éxito de la exposición repercute muy positivamente en la moral de Valle, que decide volver a París.

1908
Tercera estancia en París, sin duda, la más holgada y rica en experiencias. Reencuentro con viejos amigos, como Cristóbal Ruiz y otros nuevos como Vázquez Díaz o Modigliani. Realizaría un buen número de retratos de encopetadas señoronas, que tanto Luis Bonafoux como Garzón, redactor de “Le Figaro” le facilitaban. Pintaría también retratos de tipos de los bajos fondos de París.

Desde París envía sus últimas caricaturas para “El Independiente” y “El Noroeste”.

Hace tablas en una partida de ajedrez con un extraño emigrante ruso que resultaría ser Lenin.

Es un periodo desahogado y lleno de perspectivas optimistas.

1909
Expone en el “Salón de los Independientes” de París.

Siente nostalgia de España, a la vez que desea revalidar ante los suyos lo que parece un triunfo logrado en el extranjero.

Marcha a Madrid, visitando por segunda vez el Museo del Prado y exponiendo en la Sala Iturrioz, con muy buena acogida. Expondría aquí sus primeras “Carnavaladas”, tema que de una profunda originalidad, riqueza plástica y misterio, irían evolucionando hasta el final de sus días. Aparecen igualmente los primeros temas de brujas.

1910
Después de una breve estancia en Gijón, regresa a París, realizando retratos de una clientela bastante estable.

Expone nuevamente en el “Salón de los Independientes”.

Los principales marchantes parisinos empiezan a interesarse por su pintura. Su situación empieza a ser holgada y esperanzadora.

1911
Se le anuncia la grave enfermedad de su madre.

La cosa va bien. Pero no así la salud. Trastornos. No puedo cruzar las calles. Siento el vértigo del espacio. Los asfaltos, los suelos lisos me horrorizan. De este modo no puedo seguir en París. A Gijón.

1912
La enfermedad se ve agravada con la muerte de su madre. En casa bien; pero cuando pongo el pie en el portal me acomete una gran excitación nerviosa y tengo que dar vuelta, escaleras arriba. Varios años así, encerrado en casa y sin pintar. Pero en cambio no dejo de emborronar cuartillas. Ya que por mi enfermedad no puedo vivir en el mundo de fuera, con esto de escribir he inventado otro para mí sólo y dentro de mi casa, que al cabo me resulta más interesante del que pudiera vivir en Gijón, o acaso en París. Fruto de este periodo de inactividad pictórica que se inicia, son un buen número de obras literarias inéditas, novelas y piezas de teatro, algunas iniciadas años atrás, la mayoría incompletas y con varias versiones, todas ellas con infinidad de meticulosas correcciones. En esta producción, al igual que en su pintura, se fusionan con una gran sensibilidad e imaginación un profundo lirismo y el sentimiento agridulce de lo humano, teniendo su producción teatral claras connotaciones surrealistas, donde las situaciones absurdas y disparatadas se suceden.

1917
Su salud parece mejorar, viajando a Madrid, Toledo, Aranjuez y el Monasterio de Piedra. Participa con dos cuadros en la Exposición Nacional de Bellas Artes.
Fruto de este viaje son una serie de apuntes al óleo de factura magistral, como la serie de “Los Palcos”, “Boda aristócrata”, “Elegantes de Gijón”, “Baile de carnaval”,…Todos ellos con una fina crítica de una sociedad de la que parece estar desengañado. Empiezan a predominar en adelante los temas de campo o aldea, lugares en los que el artista no sentiría además los síntomas de su enfermedad.

1918
Exposiciones en Gijón y Oviedo.

Amistad con Gerardo Diego y con Ortega y Gasset, con quien viaja por la provincia y a quien obsequia con una pintura. Ortega anima a Valle a mostrar su obra en Madrid.

1919
Edita a sus expensas la novela “Oves e Isabel”.

Mezquinas críticas locales y el fracaso de las ventas hacen que Valle arroje al mar la edición.

Exposiciones en Oviedo y Madrid.

Lleva a la capital 55 obras, obteniendo una gran repercusión de medios de comunicación y artísticos. Le compran cuadros, entre otros, Ignacio Zuloaga, Aureliano Berruete y Maniano Benlliure, este último para el Museo de Arte Moderno de Madrid. Expone también en Bilbao con idéntico éxito. Conoce a José Francés, “Silvio Lago”, quien a través de “La Esfera” y del “Año Artístico”, ejercía una influyente labor de crítico. El apoyo que Francés prestó a Valle, sería decisivo en los próximos años, llenando el vacío dejado por Luis Bonafoux.

A Gijón. Pinto. Ya sólo busco la totalidad de la visión: que las figuras, las cosas y los colores estén donde deben estar y no ofendan a la vista; porque lo demás, aunque es mucho, en horas afortunadas nace espontáneamente del pintor, según creo.

Con este nuevo aliento, entra Valle en una etapa muy fecunda, en la que pintaría buena parte de sus mejores obras, con temas de la mina, el mar, el campo,…, logrando sus más atrevidas conquistas en las “Carnavaladas”, en las que da rienda suelta a una asombrosa libertad de movimiento, color, empaste y composición, a la vez que la elaboración mental del cuadro se intensifica.

1920
Envía cuadros a la Exposición Nacional de Bellas Artes.

1921
Expone en Gijón una colección de fotografías de sus últimas obras, realizadas para ilustrar un libro biográfico que preparaba José Francés.

1922
Exposición en el Palacio de Bibliotecas y Museos de Madrid, que José Francés se encargaría de organizar. Fue un gran éxito de prensa y asistencia. Un grupo de más de cien artistas e intelectuales ofrecen un banquete en su honor, firmando un pergamino que Valle conservó siempre en la pared de su estudio.

Nueva exposición en el Instituto Jovellanos de Gijón, que puede considerarse como una prolongación del homenaje que recibió en Madrid.

1923
Ahora debe sentir Valle la necesidad de reconfirmar en el extranjero los logros conseguidos en su patria. Embala sus cuadros y se marcha a Londres. “¡Londres, Londres!, llave para entrar en Nueva York, hay que ir y que vean mis cuadros”, comentaba antes de su viaje. Al ser preguntado en la aduana sobre el valor de sus lienzos, contestaba: “precisamente eso voy a saber ahora”.

Conoce su obras P. G. Konody, prestigioso crítico del periódico “The Observer”, que publicaría seis cuadros junto con un artículo de presentación en la revista “Drawing and Desing”.

Deja los cuadros en Londres y regresa a Gijón, mientras Konody le prepara la exposición.

1924
Me llaman de Londres. A Londres. Mr. P. G. Konody escribe el prefacio del catálogo. Expongo en “Dorien Leigh”, Konody me dedica en “The Observer” un artículo fogoso. Su prefacio y este artículo han sido la causa de que todos los periódicos de Londres, y algunos de los condados, hablasen más o menos, de mis cuadros, (caso excepcional, me dicen) siguiendo a la una el criterio de Mr. Konody. Se habla de “Tate Gallery” (donde están representados los grandes y los pocos a la vez, pintores modernos). Pero el trámite es largo. Los de este Patronato andan dispersos. Sólo se reúnen una vez al año. Hay que esperar mucho. Me dicen que me quede. Que no salga de Londres. Pero yo no puedo. Me horroriza vivir en una gran ciudad a causa de mi enfermedad que de vez en cuando da cuenta de sí. A Gijón.

1925
El Museo de Bilbao le adquiere una obra.

1926
Concurre con siete cuadros a una exposición de pintura asturiana, organizada por “El Heraldo de Madrid” en el Palacio de Bibliotecas y Museos. Por la prensa sé que mis cuadros han gustado.

1928
Don Marcelino García, paisano mío, armador y consignatario de buques en Nueva York, que tuvo noticias de lo de Londres, me escribe ofreciéndome su casa. A Nueva York. Expongo en “Gainsborough Gallery”. En la inauguración, lleno el salón. Después nadie, o casi nadie.

La elección de la sala fue desafortunada, al encontrarse en una zona donde no acudían los interesados en pintura. La prensa de Nueva York se hizo eco de la exposición de un modo rutinario. Aquí todo esto cuesta dinero, no es como en Londres. Mas sin embargo, “The Brooklyn Museum of Arts” me adquiere un cuadro.

Permanecería tres meses en Nueva York, donde es obsequiado en diferentes ocasiones, pintando por encargo algún retrato.

1929
A La Habana. A casa de unos sobrinos míos. Expongo. Mucha y gran prensa. Y nada más; mis paisanos, que residen aquí no han correspondido a mi visita. Todos escondidos. No sé por qué. No debo omitir, como contraste, mis diez días en un ingenio de azúcar de Camagüey, invitado y obsequiado por un caballero cubano. Diafanidad. Luz. Reflejos. Transparencias. Negros. Negras. Figuras bellísimas. Maravilloso todo. Y aún más me conmueve el silencio que en estos campos reina.

Regresa a Gijón, pintando varios cuadros de temas cubanos.

Descanso. Demasiado descanso. Sin querer me deslizo y caigo en una vida de gijonés vulgar. No recuerdo el tiempo que duró este pecado. Aunque desde luego afirmo que puede contarse por años.

Expone simultáneamente en Gijón en una muestra colectiva y otra personal, con objeto de recaudar fondos para el Ateneo Obrero.

Los cuadros de temas cubanos, reproducidos en “La Esfera”, provocan una enojosa polémica en un periódico de La Habana.

A la Exposición Universal de Barcelona envío dos. Nada. José Francés mete uno mío en el lote que adquiriría para aquel museo.

Comienza un periodo muy duro y largo en la vida de Evaristo, lleno de penurias económicas y desaliento vital.

1931
Se instaura la República. José Francés, su protector y apoyo moral empieza a perder influencia.

1932
Obtiene una tercera medalla en la Nacional de Bellas Artes, certamen al que volvería a hacer envíos en 1934 y 1936, sin que el jurado pareciera prestarle mayor atención.

Es enviado a participar en la XVIII Bienal de Venecia.

1934
Estalla la Revolución de Asturias. Encerrado sobre sí mismo comienza a escribir “El Sótano”, drama de dos actos, inspirado en estos acontecimientos que retocaría y terminaría en 1938.

1935
Cuatro años llevo en casa y sin pintar. Desde aquellos últimos días de París, si no hay vértigo, de cuando en cuando, mis nervios lo inventan. Un escultor de Castro Urdiales, Zenobio Barrón, que vive en Gijón, por esta época, se me ofrece a acompañarme. Le agradezco y le acepto el ofrecimiento. Porque con compañía mis nervios, en la calle, no se alteran y el temor al vértigo desaparece. Paseos por el campo. Miro. Veo. Me exalto. Todo me admira. Con estas visiones lleno mi almacén. Recaídas luego en el café, ajedrez.

Monta con Barrón un negocio de sepulcros, que Valle diseñaría y con el que espera poder resolver su ínfima situación económica. Barrón desaparece y Valle asustado regala el taller al operario.

Con este fracaso en la industria levanto mi cabeza, miro de nuevo y vuelven a impresionarme las cosas sólo y únicamente por su línea y su color.

1936
Comienza la Guerra Civil española. Sobresaltos. Hambre. Me respetan. Me compran un cuadro. Seguramente, hoy, en Rusia. Quieren llevarme a Francia. El barco, aquí, en el Puerto de “EL Musel”. Me opongo rotundamente. ¡Alarma!. Todos corren despavoridos al Musel y a mi de dejan en paz. ¡Qué días!. Como los que se viven en todas las tierras cuando la revolución desenfrena la brutalidad, los odios y las venganzas.

1938
Termina su drama “El Sótano”.

Al campo a respirar. Miro. Examino. Pienso: “el natural a la vista está. Se nos ofrece abierto, generoso. Para pintar bien es precioso saber ver. El que de verdad sabe ver es posible que deje de mirar un paisaje porque le interese más la vieja pared de una tapia, en la que descubre y ve las líneas sublimes y colores delicadísimos, que en alto grado superan a los del paisaje”. Pinto al cabo. No vendo. Mi situación económica desciende a un nivel muy bajo. Un primo mío me dice que pinte cosas pequeñas, que él las venderá en Oviedo. Pinto más de ochenta, unas buenas, otras malas. Las va vendiendo poco a poco, en cuatrocientas pesetas cada una. Con este goteo mi situación económica se equilibra.

Las dificultades económicas le obligan a cortar y reutilizar en pequeñas obras, importantes pinturas anteriores.

Al irse alejando el trauma de la guerra, su salud empieza a mejorar paulatinamente, a la vez que su existencia se va haciendo más recogida; encerrado en su estudio, rodeado de sus colecciones de conchas traídas por su padre de Filipinas y objetos entrañables pertenecientes a sus antepasados, en la compañía de su hermano Antonio, a quien amaba entrañablemente.

1944
Es invitado a exponer en una nueva sala de Madrid. Acepta, después de asegurarse que Solana y Zuloaga le habían precedido. El permanecería en Gijón. Sólo se vende un cuadro, más, sin embargo, confieso que esta exposición me ha sido de provecho. Porque desde entonces recibo muchas visitas y vendo casi todo lo que pinto a precios que me satisfacen.

Valle empieza a ser descubierto por el coleccionismo, sus cuadros son buscados por las principales colecciones, las cotizaciones aumentan. El reconocimiento, lento y tardío, le empezaría a llegar por esta única vía. Recibe con recelo a sus compradores, va mostrándoles obras menores. Sólo cuando a la insistencia se une un destello de especial respeto o de singular interés en el comprador, Valle busca entre sus tesoros ocultos algún cuadro excepcional.

Realizaría alguna otra exposición en Madrid y Asturias, pero ya no asistiría personalmente. Sus salidas se limitarían a algún breve viaje por el interior de Asturias, algún paseo por el muelle o al desplazamiento a la finca que sus familiares tenían en Somió, sede de la actual Fundación Museo Evaristo Valle, que su sobrina María Rodríguez del Valle, el mismo año de su muerte, en 1981, quiso dejar constituida.

1946
(3 de Septiembre de 1946): Me visita el señor Lafuente Ferrari…Poco tengo que enseñarle. Bien lo siento…Yo ya le conocía de nombre. Un sobrino mío me habló muchas veces de sus conferencias. Luego Vigón y Coto. Pero ahora que he terminado la lectura de su libro; “Breve historia de la Pintura Española”, ya le conozco del todo. Sus profundos conocimientos sobre pintura, su vista certera, su delicadeza y su serenidad de juicio tan magistralmente expresados, me admiran. Esta fecha es para mi memorable, la apunto como la segunda; para seguir el orden del tiempo, porque la primera es el 5 de Julio de 1923, día que Mr. P. G. Konody vió por primera vez mis cuadros. En el vacío que suele rodearme yo me emociono cuando oigo una voz armoniosa o cuando surgen unos ojos que ven como los míos. Estas fechas deben anotarse.

Lafuente Ferrari solicitaría a Evaristo Valle un breve bosquejo de su vida, que le enviaría poco tiempo después, con el título de “Algunos datos de mi vida”.

Por estas fechas somete Valle a revisión buena parte de su producción anterior, a la vez que realiza obras extraordinarias como “Las tres brujas”, “Mi amigo Pedro el pescador”, “En la fuente”…, obras cargadas de misterio, sabiduría y gran riqueza cromática.

El escultor Manuel Laviada, realiza el busto de Evaristo Valle.

1947
Alentado por la visita de Lafuente Ferrari, vuelve a entrar Valle en una etapa de creación fecundísima; pintando con una energía y una libertad asombrosas, en la que nada es desdeñable en su pintura.

1949
Participa en el I Salón de Navidad de Gijón, al que Lafuente Ferrari asiste invitado a pronunciar una conferencia.

“…No creo adular a lo que pudiéramos llamar el patriotismo asturiano si digo ahora que para mi Evaristo Valle es una de las mas altas y exquisitas personalidades, no sólo del arte español contemporáneo, sino quizás de todos los tiempos”. Su pintura se hace menos matérica, sin duda ante la necesidad de pintar deprisa. Retoma con nuevo estilo asuntos de toda su producción; damas parisinas, negros, partidas de ajedrez, carnavaladas, marineros,…a la vez que afronta con enorme lucidez obras arquetípicas como “El poeta”, “El futbolista”, “El jesuita”…

1950
Instado por Lafuente Ferrari, trabaja ardorosamente en este último año de su vida en escribir “Recuerdos de la vida de un pintor”, de los que sólo podría completar 25 capítulos.

1951
El 29 de Enero, a los 77 años, víctima de una corta enfermedad, muere, en una tarde gris y fría, un hombre bueno, “…de alma sensible y delicada que, en su vida honda y aparentemente oscura, logró expresar sus profundas y líricas intuiciones de artista en una obra que respetarán los años” [2]. No podría ver, como, días después, el pueblo de Gijón inauguraba en su parque el monumento que le realizara Laviada. Tampoco conseguiría ver impreso su drama “El Sótano”, ni asistiría al homenaje que se le preparaba en su ciudad natal…

El destino, con terrible insistencia, le privó de todo halago.

_______

[1] Los textos en letra cursiva corresponden a Algunos datos de mi vida, biografía breve escrita por Evaristo Valle en 1946.

[2] Enrique Lafuente Ferrari, La vida y el arte de Evaristo Valle, Diputación Provincial de Oviedo, Asturias, Oviedo, 1963, preludio pág. 19.