Circum, de Juan Antón

La muestra presenta 15 obras fruto de la producción más reciente de Juan Antón (Cué, Llanes, 1976), en la que predominan los grandes formatos, protagonizados por el paisaje que circunda su estudio en Cué, pues circum, de alrededor, alrededor de, entorno, lo que rodea… alude para el autor desde lo más literal a lo irónico, o a algo mas profundo como la idea de que lo que rodea, el paisaje, la orografía, marca el carácter.

Como señala el pintor Alfonso Fernández, amigo de Antón desde que coincidieron como asistentes de Agustín Ibarrola en Los cubos de la memoria: «Juan mantiene una relación umbilical con su entorno, pero para aproximarse a su obra se hace necesario partir de una premisa: entender que no es un pintor de paisajes. Contemplar su trabajo a la manera clásica sería un error porque su aproximación a este es profundamente antirromántica. […] se apropia del paisaje para abordar desde él la poética misma de la pintura. Lo sé de tantas charlas que hemos tenido sobre procesos, materiales, exposiciones y artistas por los que sentimos devoción. Las veladuras de Velázquez, el dibujo ágil de Hockney, la espiritualidad de Rothko o el atrevimiento desinhibido de Peter Doig encuentran un magistral eco en su obra».

Cuando Alfonso Fernández dice que los cuadros de Juan Antón «han de ser explorados detenidamente en su superficie. Invitan a acercarse, a indagar cada palmo del lienzo y detenerse en sus accidentes. Es una pintura que demanda una mirada quieta y atenta, casi una escucha sinestésica de resonancias cromáticas», recuerda a las críticas que hace cien años afirmaban que la contemplación de los cuadros de Evaristo Valle no terminaba nunca, pues a cada visión traían algo  nuevo. Juan Antón «hace coexistir los vapores del cielo con los polígonos en los que sintetiza los prados, las áreas fosforescentes frente al crudo del lino, las amplias extensiones planas donde descansa la mirada frente al enjambre de pinceladas mínimas de las hojas de los árboles. Todo en los paisajes de Juan es una reflexión profunda sobre el ejercicio de pintar. Tampoco su preferencia por el gran formato es arbitraria: busca dar dimensión al espectador, enfrentarlo a una visión panorámica que, más que contemplarse desde un mirador, parece diseñada para ser sobrevolada. Así, su pintura se convierte en un territorio en sí mismo: uno que no representa el paisaje, sino que lo transforma en verdadera experiencia pictórica, ejemplo de la mejor pintura que se hace en Asturias».

«Circum« podrá visitarse del 26 de septiembre de 2025 al 18 de enero de 2026.

«El paisaje es la memoria que aún no sabemos nombrar, el silencio que guarda la palabra antes de que pueda ser dicha.”

José Ángel Valente La memoria y los signos (1979)

 Conocí a Juan Antón en aquellos lejanos meses del verano de 2003 cuando pasábamos los días encaramados a los andamios de los Cubos de la Memoria en Llanes a las órdenes de Agustín Ibarrola. Desde entonces visito su estudio con frecuencia. Es un lugar encantador, en Cué, absolutamente privilegiado por el entorno natural que lo rodea. Para cualquier artista que desarrolle su trabajo en un espacio como ese sería imposible abstraerse de su belleza. En estos más de 20 años he tenido el privilegio de contemplar el desarrollo de una obra que se ha ido construyendo poco a poco, en una cadencia lenta y reflexiva, cada vez más depurada, más esencial y más cargada de poesía.

Juan mantiene una relación umbilical con su entorno pero para aproximarse a su obra se hace necesario partir de una premisa: entender que no es un pintor de paisajes. Contemplar su trabajo a la manera clásica sería un error porque su aproximación a éste es profundamente antirromántica. Si a finales del XVIII aquellos artistas en Europa y América se sirvieron de la pintura para exaltar la sublime majestuosidad de la naturaleza, Juan invierte esa fórmula y se apropia del paisaje para abordar desde él la poética misma de la pintura. Lo sé de tantas charlas que hemos tenido sobre procesos, materiales, exposiciones y artistas por los que sentimos devoción. Las veladuras de Velázquez, el dibujo ágil de Hockney, la espiritualidad de Rothko, o el atrevimiento desinhibido de Peter Doig encuentran un magistral eco en su obra.

Los cuadros de esta muestra han de ser explorados detenidamente en su superficie. Invitan a acercarse, a indagar cada palmo del lienzo y detenerse en sus accidentes. Es una pintura que demanda una mirada quieta y atenta, casi una escucha sinestésica de resonancias cromáticas. Pero no solo eso, también se expresa como una pintura de confrontación llena de tensión y actividad. Juan hace coexistir los vapores del cielo con los polígonos en los que sintetiza los prados, las áreas fosforescentes frente al crudo del lino, las amplias extensiones planas donde descansa la mirada frente al enjambre de pinceladas mínimas de las hojas de los árboles. Todo en los paisajes de Juan es una reflexión profunda sobre el ejercicio de pintar. Tampoco su preferencia por el gran formato es arbitraria: busca dar dimensión al espectador, enfrentarlo a una visión panorámica que, más que contemplarse desde un mirador, parece diseñada para ser sobrevolada. Así, su pintura se convierte en un territorio en sí mismo: uno que no representa el paisaje, sino que lo transforma en verdadera experiencia pictórica, ejemplo de la mejor pintura que se hace en Asturias.

Alfonso Fernández