Evaristo Valle, fondos del museo
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El Museo Evaristo Valle alberga más de dos centenares de pinturas y dibujos del artista, en su mayoría pertenecientes al conjunto de obras que el pintor conservó con gran celo hasta su muerte.
Una selección de las mismas se muestra en la exhibición permanente de fondos de Evaristo Valle, organizada en seis salas, que ponen de manifiesto la importancia capital de su figura en tanto que introductor de la vanguardia pictórica del primer tercio del siglo XX en Asturias, hecho que terminaría ejerciendo un imprescindible magisterio en todas las generaciones de artistas posteriores.
Entre ellas se encuentran sus primeras pinturas realizadas en París, donde Valle se formó y perfeccionó como artista, de manera autodidacta y en tres estancias discontinuas entre 1898 y 1911. Allí, como otros muchos creadores españoles que decidieron abandonar el estilo de formación académica que imperaba en Madrid y Roma por la libertad creativa que ofrecían las capitales del norte de Europa, Valle conoció las primeras vanguardias. Tanto en el campo del dibujo, en su trabajo como litógrafo, caricaturista e ilustrador, como en el de la pintura, con su asimilación de las propuestas postimpresionistas, simbolistas, modernistas y expresionistas, y la recuperación de la tradición pictórica española. Todo ello dio lugar a una obra que apunta evidentes semejanzas técnicas y temáticas con el arte del momento.
Tras la crisis de agorafobia que le obligó a abandonar París y le recluyó en Gijón en 1911, Valle reelaboraría los presupuestos de la vanguardia internacional de una forma absolutamente personal y plenamente contemporánea, en lo que supuso la superación definitiva del realismo decimonónico en la plástica regional y, especialmente y durante la década de 1910, en el género del paisaje. Siempre tomando como punto de partida la realidad, pero decantada y sublimada por la mente del pintor, los paisajes de Valle se constituyeron en estos años en representación de Asturias y sus gentes, dentro de las características formales del arte europeo de entreguerras.
Hacia 1920, las escenas de temática campesina, marinera o minera adquirieron una configuración definitiva en el estilo de Valle, dando las claves de la evolución técnica, formal y conceptual del resto de su trayectoria. Sobre los planos del fondo, las composiciones toman en su mayoría la forma de conversación o encuentro entre dos figuras: idilios, mujeres en la fuente, faenas en el huerto o a la orilla del mar, consejos de “brujas”, tratus de ganado…
El medio rural sería también el escenario para las primeras carnavaladas del artista, hacia 1909, aunque durante los años 1910 prefiriese representar el entorno urbano de los bailes, desfiles y entierros de la sardina gijoneses. En la década siguiente, de nuevo el carnaval o antroxu campesino desplazaría en su interés al de las ciudades, además de reflejar también los ciclos de mascaradas de fin de año, con sus ritos de paso.
Además de la producción fruto de sus años en París, de los viajes que el pintor realizó a lo largo de su vida por Francia, Italia, Inglaterra, Escocia, Estados Unidos y el Caribe, solo la isla de Cuba le inspiraría la creación de un conjunto completo de obras en 1929, un caso único en la España del momento, pues Valle reflejó en los lienzos los mismos temas sobre los que los jóvenes artistas cubanos estaban trabajando: el paisaje, los guajiros, las danzas… en la búsqueda de la representación de una identidad colectiva.
Esta temática cubana y todas las que integran su producción serían recuperadas por el pintor en su importante e innovadora obra final, en la segunda mitad de decenio de 1940. En el trabajo de continuación y recapitulación de su trayectoria que supusieron estos últimos años para Valle, se singularizan especialmente aquellas obras que representan tipos ideales o arquetípicos de determinadas personalidades y figuras inspiradas en el París de cincuenta años antes, con una técnica que remite nuevamente al postimpresionismo francés.