No se habla de política: Evaristo Valle/Nicanor Piñole

Artistas radicalmente tímidos, asociales hasta la neurosis, introvertidos, hipersensibles, aislados, exquisitamente moderados, ajenos a cualquier compromiso o militancia… en la historiografía tradicional tuvo escasa cabida el análisis del pensamiento político de Evaristo Valle (1873-1951) y Nicanor Piñole (1878-1978), quienes, sin embargo, gozaron de la consideración de los estamentos intelectuales e ideológicos más avanzados de su época.

Hijos del Gijón burgués e industrial del último tercio del siglo XIX y con una primera formación en cuya base estuvieron los capitales indianos, no puede imaginarse demasiado progresista el ambiente en que se desarrollaron la adolescencia y primera juventud de ambos, al calor de las contiendas portuarias entre quienes preferían la ampliación de la dársena local y los defensores de la construcción de El Musel. No obstante, Valle pronto entraría en contacto en París con las  teorías socialistas y anarquistas, y el compromiso y el análisis de la política internacional estuvieron presentes desde sus primeros trabajos como dibujante y pintor: el affaire Dreyfus, la guerra bóer, la guerra de Cuba… cuyas implicaciones raciales y geopolíticas con el ámbito estadounidense se infiltrarían también en sus polémicas estampas caribeñas de los años veinte.

Si los intelectuales, en tanto que categoría social, aparecieron en Francia en la década de 1890 y afirmaron su intervención en la política con ocasión del affaire Dreyfus, en la España de provincias de principios del siglo XX esta inserción en el mundo de la cultura tenía lugar a través de los cafés y las redacciones de los periódicos, ambiente en el que se movía el círculo de amistades frecuentado por Piñole y Valle, quien cultivaría su éxito como viñetista y caricaturista durante las dos primeras décadas de la centuria en publicaciones vinculadas al ideario regeneracionista del Partido Reformista de Melquíades Álvarez, con temas como la lucha de clases, la mendicidad, el caciquismo y el alcoholismo del proletariado. En el marco de la huelga general revolucionaria de 1917, Valle renovó el género del paisaje como constructo político siguiendo las ideas de José Ortega y Gasset. La relación de Piñole y Valle con la formación de Melquíades Álvarez se mantuvo hasta mediados del decenio de 1930, rebautizado entonces el partido como Liberal Demócrata con la instauración de la República.

Las mismas corrientes de pensamiento europeas que fundamentaban el regeneracionismo reformista estuvieron en la base de la fundación del Ateneo Obrero de Gijón, que Piñole frecuentó asiduamente como socio en la década de 1920, años en que Valle fue miembro de la directiva de la institución y acentuó los motivos de denuncia social en su obra. Fruto del contacto de los círculos ateneístas y republicanos gijoneses con las nuevas corrientes artísticas y literarias, Piñole pintó una serie de naturalezas muertas entre 1929 y 1935, protagonizadas por dos muñecos de madera articulados que un dependiente del Bazar Piquero le había traído de Alemania hacia 1925, en las que reflejó el convulso ambiente político español de la primera mitad de los años treinta: testimonios de la esperanza en un tiempo nuevo, pero también del temor ante las transformaciones radicales del ámbito del poder y  de la creciente inquietud y violencia. Desde 1925, Piñole había figurado en la órbita de autores promocionados por la Sociedad de Artistas Ibéricos que, en 1931, cobró nuevo impulso, en la confianza de que las condiciones políticas de la República fueran más favorables para el desarrollo de las nuevas ideas creativas. La vinculación de la Sociedad de Artistas Ibéricos con la idea de una República exclusivamente de izquierdas provocó su pérdida de influencia tras el viraje conservador de finales de 1933. La crispación política, la Revolución de Octubre de 1934 y la subsiguiente represión y tensa calma motivaron la vuelta de Piñole a un tono más crítico y realista que simbólico. En 1936, se dio de baja como socio del Ateneo Obrero, por su radicalización.

Durante los primeros meses de la Guerra Civil, Valle y Piñole permanecieron en Gijón, en la retaguardia, recluidos en sus domicilios o en los refugios, como tantos otros que aliviaban la ansiedad y el tedio del aislamiento mediante las noticias y consignas difundidas por la radio. En 1937, y tras una ayuda económica, comenzó la colaboración de ambos con el Frente Popular, como asesores en materia artística del Consejo Interprovincial de Asturias y León. Además de participar con Valle en la organización de exposiciones y en la salvaguarda y evacuación del tesoro artístico del norte, Piñole realizó grabados de intención propagandística y simbólica para el Departamento de Propaganda del Consejo.

Esta mayor libertad de movimientos permitió asimismo a Piñole tomar apuntes de los efectos de la destrucción en lugares emblemáticos, antes y después de la caída de Gijón el 21 de octubre de 1937: visiones de una ciudad devastada con habitantes fantasmagóricos sobre los que pesa la desolación de las ruinas, enfrentados en su mayoría a unos años de posguerra con una condiciones de vida marcadas por el hambre y la miseria, la prohibición de cualquier subversión festiva al orden establecido, que había cimentado la fama de Valle como pintor del carnaval, y las exigencias patrióticas.

La inteligente y libre actitud de Valle y Piñole ante los vaivenes políticos, siempre como colaboradores afines a una misión social que revelaba un sentimiento de pertenencia a una clase destinada a renovar el país, pero sin adscribirse nunca a las directrices de partido, sus relaciones familiares y sociales y, por qué no, su bondad, les permitieron quedar libres de cualquier tacha en su conducta anterior al “Movimiento”. Esta voluntad de discreción ideológica quedó bien reflejada cuando se anunció a Valle la decisión del Ayuntamiento de Gijón de colocar en el parque de Isabel la Católica los bustos que Manuel Álvarez Laviada había modelado de él y de Piñole a finales de los años cuarenta, homenaje que tendría lugar en mayo de 1951, ya con carácter póstumo para Valle. ¿Qué sentido tenía, a esas alturas, ser ensalzado en bronce?: “Yo con que mis amigos hablen bien de mí como persona y como artista, me considero demasiadamente glorificado. La ‘gloria en piedra’ para los fantoches de la política”.

No se habla de política: Evaristo Valle/Nicanor Piñole” analiza la evolución de la filiación ideológica de los dos autores a lo largo de cinco décadas, a través de medio centenar de obras y documentos procedentes de los fondos de la Fundación Museo Evaristo Valle, el Museo Nicanor Piñole, el Museo Casa Natal de Jovellanos, la Fundación Alvargonzález, el Muséu del Pueblu d’Asturies, el Museo de Bellas Artes de Asturias, la Junta General del Principado de Asturias, la Biblioteca de Asturias “Ramón Pérez de Ayala”, la Colección Pérez Simón y varias colecciones particulares.

Gretel Piquer Viniegra

Comisaria de la exposición