Un libro para un Valle. Propuestas para el día del libro

  • Home
  • Actualidad
  • Un libro para un Valle. Propuestas para el día del libro
23Apr
0Comentarios

Hoy, en el día del libro, el equipo del Museo Evaristo Valle ha querido proponer una selección de libros para esta cuarentena que de alguna manera relacionamos con Evaristo Valle y su obra. A saber:

Benito Pérez Galdós, “Trafalgar” (1873)

Evaristo Valle, “Pescaderas”, c. 1949. Óleo sobre lienzo, 101 x 151 cm. Museo de Bellas Artes de Asturias.
Por Jorge Mola

Evaristo Valle nace el año en que Galdós publica el primer volumen de los Episodios Nacionales, “Trafalgar”. Allí sitúa el origen de la nación española frente a los más tradicionalistas, que la invocaban desde el origen mítico de Pelayo y la Reconquista en el siglo VIII.

¿Por qué la batalla de Trafalgar sería el origen de la nación española? Cuando va a comenzar la batalla de 1805 que supondrá la hegemonía naval británica durante un siglo y el origen simbólico del fin de la España imperial, Galdós pone en boca del protagonista estas palabras:

“Hasta entonces la patria se me representaba en las personas que gobernaban la nación, tales como el Rey y su célebre ministro” (…) “el orgullo de pertenecer a aquella casta de matadores de moros”. Y entonces aparece en el la idea de nacionalidad: “me represente a mi país como una inmensa tierra poblada de gentes, todos fraternalmente unidos” (…) “me hice cargo de un pacto establecido entre tantos seres para ayudarse y sostenerse contra un ataque de fuera, y comprendí que por todos habían sido hechos aquellos barcos para defender la patria”.

Por tanto, como han señalado diversos especialistas, frente a la idea tradicional, absolutista, belicista y mítica de los grandes hombres de la España imperial, Galdós contrapone la idea de una nación española democrática, pacifista, desmitificadora y plebeya. Yo añadiría además, por el discurrir de la novela: feminista. Pues la guerra comienza por la “hombrada” de los comandantes Villenueve y Gravina, cuando tras una discusión airada entre ambos donde

se acusan de falta de valentía desoyen la prudencia de no salir por las condiciones climáticas, no era prudente como bien había señalado Doña Francisca, ella “tenía razón”, y haberle hecho caso hubiera evitado tantas pérdidas humanas y militares.

Esta idea plebeya del país es cercana a la de Valle donde campesinos, pescadores, mineros junto con los colores son los protagonistas de sus cuadros. Se inserta a la perfección en esa línea que señala Máx Aub de López de Vega y del propio Galdós quienes asumieron el espectáculo del pueblo llano con “intuición serena, profunda y total de la realidad” y lo devolvió “artísticamente transformado”.

Hoy cuando vuelve la tragedia, vuelven los héroes del pueblo: los trabajadores de la sanidad, del campo o del supermercado, que ponen en valor lo que nos sustenta. A partir de “Trafalgar” apareció una idea de modernización de España que compartieron tanto Valle como Galdós ¿seremos capaces ahora de reinventarnos?

Evaristo Valle, “Pescaderas”, c. 1949. Óleo sobre lienzo, 101 x 151 cm. Museo de Bellas Artes de Asturias.

Edmund de Waal , “El oro blanco (The White Road)” (2015)

Evaristo Valle, “La partida”, c. 1903. Lápiz y acuarela sobre papel, 160 x 160 mm. Fundación Museo Evaristo Valle. Depósito colección particular.
por Gretel Piquer

Que para descubrir la fórmula de la porcelana en la Europa de los albores del Siglo de las Luces fuera necesario encarcelar a un alquimista en las mazmorras de un castillo alemán, o que muchos ingleses del XIX tomasen su té de las cinco en tazas hechas con tierra sagrada de los cheroquis, son solo algunas de las etapas de la historia de la obsesión con este precioso material que relata El oro blanco. El viaje comienza en China, hace mil años, con una fórmula -mitad petunse, mitad caolín- y recorre Versalles, Dresde, el sur de Inglaterra (Cornualles, Devon, Bristol), Carolina del Sur, Dachau… y habla de objetos, personas y lugares.

Edmund de Waal es un artista, un prestigioso ceramista conocido por sus instalaciones, que también escribe: “explicando por qué los objetos requieren historias y por qué los artistas y creadores necesitan escribir, dirigiéndome a artistas y creadores que no me creen y que solo desean que algún otro escriba por ellos”.

Una buena historia es la de La partida (1903), una acuarela de Evaristo Valle que forma parte de una serie de obras realizada

s en París y caracterizadas por su articulación en un doble estrato de planos, real e imaginario. El guerrero que en el dibujo de Valle aparece asestando un golpe mortal a su oponente, sobre los jugadores de ajedrez, está inspirado en un gran plato de “porcelana de Satsuma” japonesa, en realidad cerámica policromada y dorada al gusto europeo, del último tercio del siglo XIX. La decoración del plato representa una escena de la batalla naval de Dan-no-ura, relatada en la epopeya Heike monogatari (Cantar de Heike, siglo XIII), en la que el clan Genji venció al clan Heike, poniendo fin al período Heian, último de la época clásica de Japón.

Esta “porcelana de Satsuma”, junto con otras piezas de cerámica celadón y porcelana multicolor china, numerosos objetos de madera lacada y una colección de conchas de más de dos mil ejemplares, fue traída a Gijón por el magistrado Evaristo del Valle Álvarez (1826-1884), padre del pintor, como testimonio de sus doce años en la administración colonial de la Capitanía General de las Filipinas entre 1855 y 1880. Muchas de estas obras pudieron verse en el Museo, reunidas en la exposición “Gabinete de curiosidades”, en 2019.

La presencia colonial en las Filipinas resultó muy favorable para que, de forma inmediata a la apertura comercial de Japón en 1853, España mostrase un interés pionero y más amplio -“orientalista” más que “japonista”- hacia la importación de producciones artísticas. Punto de inflexión para los artistas europeos, el japonismo eclosionó, no obstante, “oficialmente” en el París fin de siècle a través de su “inventor”, el marchante Siegfred Bing. Este tema es tratado también por Edmund de Waal en la primera parte de La liebre con ojos de ámbar (2010), un libro sobre la historia de su familia, los Ephrussi, y un viaje asimismo altamente recomendable.

Evaristo Valle, “La partida”, c. 1903. Lápiz y acuarela sobre papel, 160 x 160 mm. Fundación Museo Evaristo Valle. Depósito colección particular.

Mark Twain, “Diario de Adán y Eva” (1906). Trama Editorial /

Evaristo Valle, “Humorada” / “Adán y Eva” / “El paraíso terrenal”, c. 1942. Óleo sobre lienzo, 150,5 x 75,5 cm
por Pablo Basagoiti

-Evaristo Valle, “Humorada” / “Adán y Eva” / “El paraíso terrenal”, c. 1942. Óleo sobre lienzo, 150,5 x 75,5 cm-

En Diario de Adán y Eva Mark Twain habla sobre la relación entre el primer hombre sobre la faz de la tierra, Adán, y la primera mujer, Eva. Una relación de descubrimiento mutuo del género opuesto tratado con ironía y gran sentido del humor. Bien podría parecer que las reflexiones de Adán están escritas por una persona de sexo masculino: «Si pudiera tranquilizarse y permanecer callada al menos unos minutos…», mientras que las de Eva salen de una mujer: «Me pregunto para qué sirve: nunca lo veo hacer nada». El Diario termina con una declaración de Adán ante la tumba de Eva: «Allí donde estuviera ella, estaba el paraíso».

Un lectura divertida que puede ser una buena propuesta para leer en pareja en estos días de confinamiento y que relacionamos con el lienzo de Evaristo Valle Adán y Eva, 105,5 x 75,5 cm, de la colección del Museo de Bellas Artes de Asturias, que sería portada del Diario en la edición de Trama del año 1996.

Valle, al igual que Twain, trata el tema con ironía y nos lleva a la faceta más caricaturesca del pintor. Una obra maestra ambientada en un paraíso terrenal, entre lo tropical y lo asturiano, en el que Adán cae en las tentaciones, y se lleva una bolsa de ellas, y Eva lleva por indumentaria únicamente unos zapatos de tacón.

Este lienzo, seleccionado por Enrique Lafuente Ferrari, a la sazón director del Museo de Arte Moderno de Madrid, dentro del lote de 29 obras de Evaristo Valle que adquiriría la Diputación de Oviedo por considerarla “de sumo interés” a fin de que sirvieran “de base para el futuro Museo Provincial de Bellas Artes”, donde “ocuparía un lugar preferente”. La ambivalencia de este paraíso terrenal –“delicioso e infantil” con “algo de Walt Disney” para Lafuente Ferrari, con “aire de decoración de burdel o de cabaret” según Francisco Carantoña- suscitó dudas en la comisión encargada de su compra, lo que supuso que ni siquiera encontrase lugar en las primeras exposiciones que se hicieron del conjunto adquirido por la Diputación. Actualmente tampoco se encuentra expuesto en sala en el Museo de Bellas Artes de Asturias.

Stefan Sweig, “Balzac. La novela de una vida” (1920) /
Nadar, “Retrato de Balzac”, 1842. Daguerrotipo. Casa Balzac, París.
por Alina Brown

Después de las primeras semanas de confinamiento leyendo alguna novela ligera pero entretenida que me hiciera huir de la realidad en que vivíamos, he decidido cambiar el paso y conocer un poco más a Honoré de Balzac a través de su biografía escrita por Stefan Zweig.

Me llamó mucho la atención el verano pasado una escultura de Balzac realizada por Eduardo Arroyo. Su aspecto físico: gordo, descamisado asomando por la abertura de su camisa los pelos del pecho, bruto pero alegre y decidido. E inmediatamente me di cuenta que a ese personaje yo ya lo conocía, lo veía constantemente en un cuadro de Evaristo Valle. Os reto a que cuando se abran las puertas del Museo Evaristo Valle, después de este confinamiento, busquéis a Balzac entre los cuadros a ver si opináis lo mismo que yo y podremos charlar sobre ello.

Nadar, “Retrato de Balzac”, 1842. Daguerrotipo. Casa Balzac, París.

Jacques Futrelle, “El problema del Rubens robado” Relato contenido en The Thinking Machine, 1907 /

Evaristo Valle, “Retrato de doña Marciana Fernández Quirós” o “La madre del pintor”, c. 1905 (recortado y repintado parcialmente c. 1909 y en fecha posterior). Óleo sobre lienzo, 123 x 86 cm. Fundación Museo Evaristo Valle
Por Gretel Piquer

Matthew Kale es el clásico millonario americano que compra arte al peso o, más bien, por metro cuadrado. La pieza estrella de su colección es un óleo de Rubens. Porque le ha costado cincuenta mil dólares. Jules de Lesseps es un pintor francés que se enamora de una acuarela de Whistler propiedad de Kale y le pide permiso para copiarla. A Kale la acuarela de Whistler le da un poco igual. Porque le ha costado 5.000 dólares. Mientras De Lesseps trabaja en la copia del Whistler, en un gran salón cerrado que contiene la colección de Kale y del que solo ellos dos pueden entrar y salir, el Rubens desaparece. Un caso para el profesor Augustus Van Dusen.

El personaje del profesor Augustus S. F. X. Van Dusen, “la Máquina Pensante”, apareció por primera vez en “El problema de la celda número 13”, relato publicado por entregas en el periódico Boston American en 1905. Su creación por parte de Jacques Futrelle puede considerarse como la respuesta norteamericana al éxito de Sherlock Holmes. Brillante, bajito y malhumorado, Van Dusen tiene a la encarnación del doctor Watson en el reportero Hutchinson Hatch. Y, en lugar de “Elemental”, suele afirmar sobre la aplastante lógica de sus deducciones que “Dos y dos suman cuatro, no solo algunas veces, sino todas las veces”.

Jacques Futrelle se hundió con el Titanic en 1912, con unos cuantos relatos inéditos, tras realizar una gira europea con su esposa, la también escritora Lily May Peel, quien sobrevivió al naufragio. En el momento en que escribió “El problema del Rubens robado”, a principios del siglo XX, un pintor que se consi

derase “moderno” había de sentir mayor admiración por James Abbott McNeill Whistler (1834-1903) que por Rubens (1577-1640).

Evaristo Valle conservaba en su estudio reproducciones de obras de Whistler, algunas de ellas con trazos añadidos de su mano, y afirmó haberlo conocido personalmente en París. Esta admiración resultaba evidente en el estado original del retrato de su madre, Marciana Fernández Quirós, que puede fecharse hacia 1905 y que sería recortado y repintado posteriormente. En él, la retratada aparecía representada de perfil de cuerpo entero, sentada en el borde de una silla con brazos y ante a un fondo muy sintético con tres lienzos, quizá representaciones de cuadros del propio Evaristo. Una composición con evidentes similitudes con  Arreglo en gris y negro núm. 1. Retrato de mi madre (1871) de Whistler que fue adquirido en 1891 por el Estado francés para el museo del Luxemburgo.

“El problema del Rubens robado” de Futrelle está construido a partir de dos premisas clásicas de las historias detectivescas: el crimen cometido en un cuarto cerrado, como El misterio del cuarto amarillo (1907) de Gaston Leroux, y la ocultación de lo desaparecido a la vista de todos, al estilo de “La carta robada” (1844) de Poe. El Retrato de doña Marciana Fernández Quirós forma parte actualmente de la exposición “Valle, revelado”, que, además de esperar en las paredes del Museo, puede verse en las redes durante estos días, y que demuestra como Valle también era experto en esconder obras delante de los ojos del público.

En esta página web puede encontrarse el texto completo de diversos relatos de Futrelle: https://web.archive.org/web/20050111090501/http://www.futrelle.com/

Entre ellos, “Problem of the Stolen Rubens”: https://web.archive.org/web/20041222212033/http://www.futrelle.com/stories/StolenRubens.html

Evaristo Valle, “Retrato de doña Marciana Fernández Quirós” o “La madre del pintor”, c. 1905 (recortado y repintado parcialmente c. 1909 y en fecha posterior). Óleo sobre lienzo, 123 x 86 cm. Fundación Museo Evaristo Valle

Archives