D. 12 nov 2023, 13.00 h // Inauguración «Un Valle no contado»
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Un Valle no contado
Conmemorativa del 150 aniversario del nacimiento del pintor
Inauguración: Domingo, 12 de noviembre de 2023, 13.00 h
Las obras que reúne esta exposición no forman parte del repertorio gráfico que habitualmente acompaña los escritos sobre la vida y la producción de Evaristo Valle (Gijón, 1873-1951). Porque hay cuadros y dibujos de Valle que sólo conocemos -o conocíamos- por palabras: descripciones, crónicas periodísticas, relatos… Piezas perdidas -y halladas de nuevo-, nunca mostradas al público o desaparecidas de los circuitos expositivos hace décadas. Incluso más de un siglo.
“Un Valle no contado” rescata un conjunto de esas obras, pertenecientes a colecciones particulares, a otras instituciones y a los fondos del museo, acompañadas de un selecto repertorio documental, para proponer un relato visual alternativo que recorre toda la trayectoria del artista y reúne sus temas esenciales: creaciones publicitarias, caricaturas, retratos, escenas en el paisaje y marineras, vistas urbanas, carnavaladas…
La historia se inicia cronológicamente en la Litografía Moré Hermanos y Cía., donde, hacia 1897, y como haría posteriormente en la parisina Imprimerie Camis, Valle dedicaba los ratos perdidos a hacer dibujos y caricaturas que nos permiten conocer, entre otros, el perfil de sus primeros maestros: Federico Ringelke y Julio García Mencía, en diseños que muestran que al autor poco le faltaba ya para alcanzar esa alabada síntesis como satirista que perfeccionaría en la capital francesa. Parte de la selección de apuntes y estudios de la colección del museo, inéditos hasta ahora, complementa esta actividad como ilustrador, retratista de sociedad y humorista.
En París, en 1901, al mismo tiempo que Valle realizaba para otra litografía gijonesa, Artes Gráficas, bocetos publicitarios como Escena flamenca, semanarios como L’Assiete au Beurre dedicaban números enteros -y muy polémicos- a los campos de concentración ingleses en el Transvaal sudafricano. La guerra bóer fue la primera obra que Valle mostró al público en su carrera, en el Gijón de 1902, en los escaparates de la Casa Masaveu en la calle Corrida. El gouache tuvo como destino una lotería que se celebró en La Haya, a beneficio de las mujeres y niños bóeres de los campos del Transvaal y Orange.Este compromiso como cronista de actualidad con una causa internacional se esconde también detrás de una escena tan local y cómica como El suegro se ajuma, subastado en el Ateneo Obrero en 1922, para recaudar fondos con destino a la región del Volga, sumida en una terrible hambruna.
Muchas de las obras de “Un Valle no contado” se relacionan con asuntos presentes en la colección permanente del museo y los lienzos más famosos y reconocidos del autor, por su similitud o disonancia, y jalonan momentos relevantes de la vida del artista, como sus exposiciones más importantes: Romería, uno de esos frescos de la sociedad rural asturiana y sus tradiciones piadosas, influidos por Gauguin, tan parecido a los que enviara en 1905 y 1906 al salón de la Sociedad Nacional de Bellas Artes de París. O el Salón Valle, un hecho sin precedentes en el Gijón de 1907, al ser la primera exhibición monográfica dedicada a un pintor en la ciudad, donde estuvo expuesto el Retrato de Cecilio Menéndez, unos Matrimonios que parecían posar “ante la máquina del fotógrafo” y un Paisaje donde los labriegos trabajaban la tierra bajo la mirada vigilante de la casona hidalga, enclavada en una loma verde.
Del mismo modo, el gran periplo expositivo de 1919: Oviedo -Nuevo Bazar Masaveu-, Madrid -Casa Lacoste- y Bilbao -Majestic Hall-, que supuso el redescubrimiento de un creador ya maduro y con personalidad propia, donde llamarían la atención las series de “paisajes aglomerados”: visiones totales del campo asturiano con la quintana como motivo principal, inspiradas por el pensamiento de Ortega y Gasset; la dedicada a las gentes del mar, y personajes singulares como curas aldeanos…, tratados todos ellos con una técnica arriesgada, demasiado moderna a veces, por “descuidada”, para la crítica. Estos tipos de tan característicos ya icónicos, como El péritu, protagonizaron las representaciones cada vez más sintéticas que Valle hizo de nuestra región durante los años veinte y treinta.
También su reaparición en Madrid tras la Guerra Civil, en la galería Estilo en 1944, con Carnavaladas rurales. Composiciones muchas veces transformadas por repintes que ocultaban la violencia, real o fingida, que mostraban estas escenas veinte años antes frente al público de Londres y Nueva York, y tan distintas de la plasmación del carnaval urbano, aristocrático y burgués de los bailes y entierros de la sardina, con la que había deslumbrado en la II Exposición Regional de Bellas Artes de Oviedo de 1918 y que volvió a presentar en el Bazar Piquero de Gijón ese mismo año, como Pierrot y dos muchachas.
No falta un ejemplo de su producción comercial de posguerra, relacionada sobre todo con los paisajes y que aquí se concreta en una escena de interior: En el chigre, con ecos de Cézanne.
Es aparentemente ajena a la creación de Valle la vocación realista, que en esta muestra aparece reflejada en la actividad retratística y, asimismo, en la toma de apuntes del natural, ya sean de figuras o de vistas urbanas. No en vano, cierra el planteamiento cronológico Atardecer, donde, aunque filtrado “por la solera que cada cual lleva dentro de sí”, como a Valle le gustaba definir su proceso de distanciamiento de la realidad a la hora de pintar, reconocemos sin dudar el paseo del Muro de San Lorenzo a comienzos de los años 1940: la iglesia de San Pedro desaparecida, la balaustrada oscura y, al fondo, la figura del Sagrado Corazón de nuevo coronando el templo tras la guerra.
Expuesto en la última individual del pintor, celebrada en el Instituto de Jovellanos en septiembre de 1949, Atardecer hacía pareja con otro lienzo similar titulado Amanecer, y ambos cuadros fueron los preferidos de los visitantes, en detrimento de obras tan relevantes dentro de la colección del museo y la valoración general del artista como Las tres brujas o los grandes Pescadores. Muestra de que los gustos e intereses cambian, o no. Y el relato, el cuento no contado, también.
Gretel Piquer Viniegra
Comisaria de la exposición