D. 20 oct, 13.00 h // Inauguración «Huella de agua», de Elías G. Benavides
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Inauguración:
Domingo, 20 de octubre de 2019, 13:00 h
El próximo domingo, 20 de octubre de 2019, a las 13:00 h., tendrá lugar la inauguración de la exposición Huella de agua, de Elías G. Benavides (León, 1937), compuesta por medio centenar de obras -técnica mixta sobre tabla, lienzo y cartón, así como sobre papel, y libros de artista-, que van desde 2005 hasta la actualidad.
Son todas estructuras pictóricas integradas en la mejor tradición del expresionismo abstracto, con alusiones paisajísticas explícitas (a la ciudad de Venecia, donde el artista reside parte del año y ha expuesto de forma regular desde 1992) o genéricas; desde atmósferas celestes a texturas matéricamente terrenales.
En palabras de Juan Carlos Gea:
Al arte occidental le llevó su tiempo rebajar el protagonismo humano en la pintura y aceptar el de la naturaleza como asunto independiente respecto a las figuras que podían o no poblarla; y aún más le llevó asumir que el recinto del cuadro, además del lugar de la representación, lugar vicario, era en realidad lugar de pleno derecho, paisaje en sí mismo: no sólo la figuración de un lugar ilusorio e irredento, sino un país, una porción definida de territorio que, además de ser escrutado desde la melancólica posición de un exiliado perpetuo, podría ser ocupado, invadido, transitado e incluso ser habitado como cualquier otro lugar. Un espacio en el que estar, en el que quedarse a vivir siquiera por un tiempo, de modo parecido al viajero que consigue durante unos días dejar de serlo y convertirse en un paisano del lugar adonde ha viajado.
Puede que el mayor aprendizaje experimentado en el último siglo por el ojo que se enfrenta a un cuadro haya sido justamente ese, en paralelo al proceso simétrico y complementario que ha otorgado a la pintura su constitución como territorio soberano, como realidad con unos rasgos físicos privativos y concretos, leyes propias y valores internos. Y aunque no fuera así en términos tan generales, es seguro que es precisamente eso lo que enseñan y muestran –no es lo mismo- obras como las de Elías García Benavides: una pintura que, lejos de pintar paisajes, funda países pintados. Los cuadros de Elías abren espacios navegables para la mirada –a condición de que se recuerde que por el aire también se navega-. Son microclimas, territorios en los que los accidentes de la atmósfera imperan sobre cualquier tipo de individualidad, en los que la erosión impone sus perfiles inciertos a las cosas y corroe las presencias, las orillas, el horizonte, permitiendo que el aire se dibuje a sí mismo y todo aquello que contiene. Dentro de sus fronteras, el ojo se aventura como un globo sonda en zonas tempestuosas del pigmento, frentes donde la pasta se vuelve borrascosa y restalla por la violencia de sus propios meteoros, registra la congelación, la licuefacción o la evaporación de la materia pictórica. Otras veces se estanca, atrapada en las densas calmas chichas del óleo, se sumerge y bucea en la profundidad de las veladuras, vadea suelo cuarteado como el de un lecho seco o se parapeta de la horizontalidad del campo abierto tras un muro de pinceladas verticales. Como el habitante de una tierra de climas cambiantes, quien los mira puede abandonar el humor a las irradiaciones y a las vibraciones del color, dejarse llevar por sus corrientes frías y cálidas con la docilidad de un pájaro.
Ante los países de Elías, aceptamos con total naturalidad que estos pequeños países son una geografía y un clima, y también su propio mapa y su propia bandera. Adoptamos la condición de figuras en su paisaje, obedientes a su invitación para instalarnos en ellos y quedarnos allí con todas las consecuencias durante el tiempo, mucho o poco, en que su frontera permanece abierta ante nuestros ojos.
Huella de agua podrá visitarse hasta el 29 de diciembre.